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jueves, 15 de diciembre de 2011

Solidaridad


Solidaridad:

   Lo vi de reojo en el fondo del pasaje ciego, su mirada enternecedora hizo detener mi andar apresurado de diciembre,  el mes de los cierres y balances (fea costumbre de los citadinos). Retrocedí unos diez pasos hasta situarme en el medio del callejón, allí lo observe mejor, su rostro correspondía mi atención y emanaba compasión, Navidad estaba cerca.

   Camine lentamente hacia el, no quería asustarlo, de cierta manera comprendió mis intenciones, quedándose inmóvil. Mientras lo hacia, pensaba en las miles de criaturas en idéntica situación, instintivamente desafié a Dios en mis pensamientos por permitirlo.  

  Apoye con suavidad mi mochila en el suelo, necesitaba libertad de movimientos, no quería fallar, tenia que auxiliar  a esa indefensa criatura. Imprevistamente surgió desde algún lugar otra en igual  condición. Esto me dejo perplejo por unos minutos, me había hecho la idea de socorrer una, no dos. 

   La helada Nueva York no iba a permitir que sobrevivieran demasiado. Las fotocélulas detectaron la caída del sol y automáticamente activaron las luces de neón,  reflejándose en el espejo de cemento y escarcha.  Comenzó a nevar.

  Debía actuar rápidamente y no lo dude, trazando un paralelismo con una perilla de volumen, gire al  máximo mi volumen solidario y decidí rescatar a ambos. Después vería que hacer, como acomodarme y demás pormenores.

  Agachándome  y mediante,  el chascarreos de dedos acompañado de suaves llamados, logre estar a alcance de ellos. La aproximación provoco que el pequeño perrito comenzara a menear la cola con un llorisqueo de emoción, y el gatito a maullar con un leve ronroneo. El nudo que se me hizo en la garganta, no impidió la misión.

   El único obstáculo, consistía en el cuerpo del famélico vagabundo, seguramente
alcoholizado, que yacía  atravesado entre los cachorros y yo, interrumpiendo y molestando el rescate . Usando mi pierna más hábil,  con suma delicadeza, deslice parte de sus extremidades buscando  hacerme de un resquicio, por donde pasar.    

   Este movimiento no fue lo suficientemente sutil y logro despabilar un poco al vagabundo, que despertó con la mirada perdida y profiriendo un sinfín de palabras inentendibles. Me asuste de sobremanera, abalanzándome sobre los cachorritos, (gracias a Dios los pude atrapar) y huí corriendo a toda velocidad. En la huida, olvide de recoger  la mochila con mi documentación y papeles

   Estaba feliz, por haber socorrido a dos hermosos cachorritos. Tanta emoción me obnubilo. Hasta pensé en un concurso entre mis amigos para darles un nombre, carecía de determinación para nominar.

   A la mañana siguiente, la policía  acerco a mi domicilio,  la mochila que había olvidado en la huida.  Fue encontrada junto al cuerpo congelado del indigente, sin realizar ninguna pregunta.   

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