Solidaridad:
Lo vi de reojo en
el fondo del pasaje ciego, su mirada enternecedora hizo detener mi andar
apresurado de diciembre, el mes de los cierres
y balances (fea costumbre de los citadinos). Retrocedí unos diez pasos hasta
situarme en el medio del callejón, allí lo observe mejor, su rostro
correspondía mi atención y emanaba compasión, Navidad estaba cerca.
Camine lentamente
hacia el, no quería asustarlo, de cierta manera comprendió mis intenciones,
quedándose inmóvil. Mientras lo hacia, pensaba en las miles de criaturas en idéntica
situación, instintivamente desafié a Dios en mis pensamientos por permitirlo.
Apoye con suavidad
mi mochila en el suelo, necesitaba libertad de movimientos, no quería fallar, tenia
que auxiliar a esa indefensa criatura.
Imprevistamente surgió desde algún lugar otra en igual condición. Esto me dejo perplejo por unos
minutos, me había hecho la idea de socorrer una, no dos.
La helada Nueva
York no iba a permitir que sobrevivieran demasiado. Las fotocélulas detectaron
la caída del sol y automáticamente activaron las luces de neón, reflejándose en el espejo de cemento y
escarcha. Comenzó a nevar.
Debía actuar
rápidamente y no lo dude, trazando un paralelismo con una perilla de volumen,
gire al máximo mi volumen solidario y
decidí rescatar a ambos. Después vería que hacer, como acomodarme y demás
pormenores.
Agachándome y mediante,
el chascarreos de dedos acompañado de suaves llamados, logre estar a
alcance de ellos. La aproximación provoco que el pequeño perrito comenzara a
menear la cola con un llorisqueo de emoción, y el gatito a maullar con un leve
ronroneo. El nudo que se me hizo en la garganta, no impidió la misión.
El único obstáculo,
consistía en el cuerpo del famélico vagabundo, seguramente
alcoholizado, que yacía atravesado entre los cachorros y yo,
interrumpiendo y molestando el rescate . Usando mi pierna más hábil, con suma delicadeza, deslice parte de sus
extremidades buscando hacerme de un
resquicio, por donde pasar.
Este movimiento no fue lo suficientemente
sutil y logro despabilar un poco al vagabundo, que despertó con la mirada
perdida y profiriendo un sinfín de palabras inentendibles. Me asuste de
sobremanera, abalanzándome sobre los cachorritos, (gracias a Dios los pude
atrapar) y huí corriendo a toda velocidad. En la huida, olvide de recoger la mochila con mi documentación y papeles
Estaba feliz, por
haber socorrido a dos hermosos cachorritos. Tanta emoción me obnubilo. Hasta
pensé en un concurso entre mis amigos para darles un nombre, carecía de
determinación para nominar.
A la mañana siguiente, la policía acerco
a mi domicilio, la mochila que había olvidado en la huida. Fue
encontrada junto al cuerpo congelado del indigente, sin realizar ninguna
pregunta.
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